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viernes, 20 de diciembre de 2013

CUENTOS INDIOS: Una caña de bambú para el más tonto.

Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca había alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un yogui que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:
- Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña.
- Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino enseguida.   El yogui cogió la caña que le había dado el monarca y partió raudo. Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los caminos de la India. Recorrió muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto. Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey. Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al yogui que el rey estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos. El yogui se aproximó al lecho del moribundo.
Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba:
- ¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas!
  El yogui entregó la caña de bambú al rey.


El Maestro dice: Puedes ser un monarca, pero de nada sirve si tu actitud es la de un mendigo. Sólo aquello que acumulas dentro de ti mismo te pertenece. No hay otro tesoro que el amor.

martes, 26 de noviembre de 2013

CUENTOS INDIOS: Si dañas, me dañas.

Parvati es una de las diosas más amorosa, benevolente y misericordiosa del panteón hindú. Es la consorte de Shiva y se manifiesta como extraordinariamente compasiva.

Cierto día, uno de sus hijos, Kartikeya, hirió a una gata con sus uñas. De regreso a casa, corrió hasta su madre para darle un beso. Pero al aproximarse al bello rostro de la diosa, se dio cuenta de que ésta tenía un arañazo en la mejilla.
- Madre -dijo Kartikeya-, hay una herida en tu mejilla. ¿Qué te ha sucedido?
Con sus ojos de noche inmensa y profunda, la amorosa diosa miró a su querido hijo. Era su voz melancólica y dulce cuando explicó:
- Se trata de un arañazo hecho con tus uñas.
- Pero, madre -se apresuró a decir el joven-, yo jamás osaría dañarte en lo más mínimo. No hay ser al que yo ame tanto como a ti, querida madre.

Una refrescante sonrisa de aurora se dibujó en los labios de la diosa.
- Hijo mío -dijo-, ¿acaso has olvidado que esta mañana arañaste a una gata?
- Así fue, madre -repuso Kartikeya.
- Pues, hijo mío, ¿es que no sabes ya que nada existe en este mundo excepto yo? ¿No soy yo misma la creación entera? Al arañar a esa gata, me estabas arañando a mí misma.


El Maestro dice: Al herir, te hieres. A quienquiera que dañes, te dañas a ti mismo.

jueves, 10 de octubre de 2013

CUENTOS INDIOS: Una broma del maestro

Había en un pueblo de la India un hombre de gran santidad. A los aldeanos les parecía una persona notable a la vez que extravagante. La verdad es que ese hombre les llamaba la atención al mismo tiempo que los confundía. El caso es que le pidieron que les predicase. El hombre, que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó en aceptar. El día señalado para la prédica, no obstante, tuvo la intuición de que la actitud de los asistentes no era sincera y de que debían recibir una lección. Llegó el momento de la charla y todos los aldeanos se dispusieron a escuchar al hombre santo confiados en pasar un buen rato a su costa. El maestro se presentó ante ellos. Tras una breve pausa de silencio, preguntó:
- Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?
- No -contestaron.
- En ese caso -dijo-, no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de qué voy a hablarles, no les dirigiré la palabra.

Los asistentes, desorientados, se fueron a sus casas. Se reunieron al día siguiente y decidieron reclamar nuevamente las palabras del santo. El hombre no dudó en acudir hasta ellos y les preguntó:
- ¿Sabéis de qué voy a hablaros?
- Sí, lo sabemos -repusieron los aldeanos.
- Siendo así -dijo el santo-, no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que paséis una buena noche, amigos.

Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación. No se dieron por vencidos, desde luego, y convocaron de nuevo al hombre santo. El santo miró a los asistentes en silencio y calma. Después, preguntó:
- ¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?.

No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían convenido la respuesta:
- Algunos lo sabemos y otros no.
Y el hombre santo dijo:
- En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que no saben.


Dicho esto, el hombre santo se marchó de nuevo al bosque.

El Maestro dice: Sin acritud, pero con firmeza, el ser humano debe velar por sí mismo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

CUENTOS INDIOS: Sé cómo un muerto

Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:
- Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.

El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.
- ¿Qué te respondieron los muertos? -preguntó el maestro.
- Nada dijeron.
- En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos.

El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:
- ¿Qué te han respondido los muertos?
- De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo.
Y el maestro concluyó:
- Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.

El Maestro dice: Quien hoy te halaga, mañana te puede insultar y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más allá de unos y de otros.


jueves, 8 de agosto de 2013

CUENTOS INDIOS: La verdad... ¿es la verdad?

El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los últimos días. Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.

Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.
- Señor, ¿qué deseas de mí? - preguntó ante el meditabundo monarca.
- He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.
- La gente dice, señor - repuso indiferente el ermitaño.
- A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el monarca-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?
- Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria.

El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:
- De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.
El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.

El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente: “Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada”.

Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:
- ¿Adónde vas?
- Voy camino de la horca para que podáis ahorcarme -repuso sereno el eremita.
El capitán aseveró:
- No lo creo.
- Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.
- Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.
- Así es -afirmó el ermitaño-.
Ahora usted sabe lo que es la verdad... ¡Su verdad!

El Maestro dice: El aferramiento a los puntos de vista es una traba mental y un fuerte obstáculo en el viaje interior.


miércoles, 19 de junio de 2013

CUENTOS INDIOS: De instante en instante

Era un yogui muy anciano. Ni siquiera él mismo recordaba sus años, pero había mantenido la consciencia clara como un diamante, aunque su rostro estaba apergaminado y su cuerpo se había tornado frágil como el de un pajarillo. Al despuntar el día se hallaba efectuando sus abluciones en las frescas aguas del río.


Entonces llegaron hasta él algunos aspirantes espirituales y le preguntaron qué debían hacer para adiestrarse en la verdad. El anciano los miró con infinito amor y, tras unos segundos de silencio pleno, dijo:

- Yo me aplico del siguiente modo: Cuando como, como; cuando duermo, duermo; cuando hago mis abluciones, hago mis abluciones, y cuando muero, muero.

Y al concluir sus palabras, se murió, abandonando junto a la orilla del río su decrépito cuerpo.

El Maestro dice: La verdad no es una abstracción ni un concepto. Cuando la actitud es la correcta, la verdad se cultiva aquí y ahora, de instante en instante.


jueves, 16 de mayo de 2013

CUENTOS INDIOS: Una insensata búsqueda



Una mujer estaba buscando afanosamente algo alrededor de un farol. Entonces un transeúnte pasó junto a ella y se detuvo a contemplarla. No pudo por menos que preguntar:
- Buena mujer, ¿qué se te ha perdido?, ¿qué buscas?

Sin poder dejar de gemir, la mujer, con la voz entrecortada por los sollozos, pudo responder a duras penas:
- Busco una aguja que he perdido en mi casa, pero como allí no hay luz, he venido a buscarla junto a este farol.

El Maestro dice: No quieras encontrar fuera de ti mismo lo que sólo dentro de ti puede ser hallado.



viernes, 22 de marzo de 2013

CUENTOS INDIOS: La Elocuencia del Silencio



Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:

- Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
- No, señor -repuso el barquero.
- Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.

Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:
- Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
- No, señor, no sé nada de plantas.
- Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven.

El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:
- Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas. ¿Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?
- No, señor, nada sé al respecto.
No sé nada de estas aguas ni de otras.
- ¡Oh, amigo! -exclamó el joven- de verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.

Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:
- Señor, ¿sabes nadar?
- No -repuso el joven.
- Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.

El Maestro dice: No es a través del intelecto como se alcanza el Ser: el pensamiento no puede comprender al pensador y el conocimiento erudito no tiene nada que ver con la Sabiduría.



lunes, 11 de febrero de 2013

CUENTOS INDIOS: Ni tú ni yo somos los mismos


El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.

Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.

Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
- ¿No estás enfadado, señor?
- No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
- ¿Por qué?
Y el Buda dijo:
- Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.

El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe amar, todo es perdonable.


lunes, 21 de enero de 2013

CUENTOS INDIOS: Sólo se necesita miedo



Había un rey de corazón puro y muy interesado por la búsqueda espiritual. A menudo se hacía visitar por yoguis y maestros místicos que pudieran proporcionarle prescripciones y métodos para su evolución interna. Le llegaron noticias de un asceta muy sospechoso y entonces decidió hacerlo llamar para ponerlo a prueba.

El asceta se presentó ante el monarca, y éste, sin demora, le dijo:
- ¡O demuestras que eres un renunciante auténtico o te haré ahorcar!
El asceta dijo:
- Majestad, os juro y aseguro que tengo visiones muy extrañas y sobrenaturales. Veo un ave dorada en el cielo y demonios bajo la tierra. !Ahora mismo los estoy viendo! ¡Sí, ahora mismo!
 - ¿Cómo es posible -inquirió el rey- que a través de estos espesos muros puedas ver lo que dices en el cielo y bajo tierra?
Y el asceta repuso:
 - Sólo se necesita miedo.

  *El Maestro dice: Caminar hacia la Verdad es más difícil que hacerlo por el filo de la navaja, por eso sólo algunos se comprometen con la Búsqueda.



miércoles, 19 de diciembre de 2012

El Nuevo Ocio Es Creativo

Artículo de el diario El País, para el que fue consultado Miguel Ángel Ruiz González


Para los que no se conforman con que sus hijos pasen el fin de semana ante la televisión o la videoconsola, la oferta de cursos con contenidos artísticos y culturales llegan al rescate.


Hay niños que los fines de semana juegan con arena, cubo y pala; otros que pasan la tarde en el centro comercial, entre bolsas de palomitas, cine y bolera; también están los que se desahogan en una piscina de bolas, los que recorren el carril bici de los parques urbanos o los que trotan al ritmo de sus padres en rutas de senderismo. Pero también hay niños cuya agenda de ocio parece diseñada para que forme parte de su futuro currículo profesional: talleres, cursos, seminarios, exposiciones y todo tipo de quehaceres encaminados a dotar de contenido artístico o cultural su tiempo de juego.

La oferta de actividades dirigidas a ellos se ha diversificado en los últimos años hasta límites insospechados. Una vez superada la tartera bajo los pinos del tradicional plan dominguero, los padres comenzaron a demandar otras posibilidades y fueron surgiendo propuestas de ocio infantil cada vez más sofisticadas: de las películas Disney a talleres de cine mudo para niños –se han hecho en la Mostra de Cinema Periférico de A Coruña, en el Musac de León y en el Centro Conde Duque de Madrid–; del circo tradicional a los espectáculos y talleres llenos de luz y sombra que propone Teatres de la Llum (www.teatresdelallum.com); de las marionetas en el Retiro a talleres multidisciplinares de teatro, danza y performance, como los realizados en el centro cultural La Regenta de Las Palmas de Gran Canaria (www.laregenta.org).

Tres son las palabras talismán de muchas de estas propuestas: taller, creatividad e imaginación. Un par de ejemplos: en Barcelona, The Private Space Kids (www.theprivatespacebcn.com) se define como un espacio que, «a través de actividades y talleres, fomenta la imaginación trasladándola a distintos soportes, de manera que los niños pueden dar salida a todo un proceso de creación y ver cómo sus ideas pueden materializarse». En Madrid, Muakbabi (www.muakbabi.com) realiza talleres infantiles de creatividad y diseño «para potenciar las habilidades creativas de niños y niñas, usando el diseño como vehículo de transmisión de valores artísticos y de procesos creativos de pensamiento».

ncluso las fiestas de cumpleaños llegan a envolverse en este planteamiento, como los talleres creativos de yoga, teatro, danza, fotografía o manualidades que propone Villa Peluka (www.villapeluka.com), los de Little Big Kids (www.littlebigkids.es), en los que se imparten talleres como La vuelta al mundo for kids, Arte for kids, El Antiguo Egipto for kids, o los que proponen los espacios Baby Deli –una de sus socias fundadoras es Carolina Herrera– en los que «la ecología y el respeto por el medio ambiente en todo lo relacionado con los niños son sus pilares básicos».

Las propuestas son casi infinitas y muchas de ellas nos dibujan un panorama de padres preocupados no solo por entretener a sus hijos, sino por conseguir que ese entretenimiento, además, sea rico culturalmente o potencie sus capacidades. Y esto puede entrañar sus riesgos, como señala la psicóloga Pilar Valera, autora del libro Timida-mente, quien parte de una premisa: «El hecho de que unos padres se interesen por buscar actividades para compartir con sus hijos es un excelente punto de partida, pues la unión de los niños dentro de la familia, especialmente en los primeros años, es esencial. Ahora bien, la educación en esa etapa no se traduce necesariamente en adquirir conocimientos, sino en modos de aprender a vivir: se puede aprender haciendo origami o con cine de autor, sí, pero también con una película de dibujos o amasando rosquillas en casa mientras hablas con ellos».

Los árboles no crecen tirando de las hojas es el título de una obra del psicólogo y pedagogo Miguel Hoffmann, y a esta metáfora se acoge Joan Domènech, director de la Escuela Fructuòs Gelabert, cuando explica que «cualquier aprendizaje antes de tiempo y en un contexto artificial puede contentar a los padres en un primer momento, pero también puede dar problemas en el futuro, pues propicia que el niño se salte alguna fase en su desarrollo». Domènech, autor de La educación lenta, sugiere «sustituir la idea tradicional de que “el niño aprende jugando” por otra más potente, la de que “el niño que no juega no aprende”. Los pequeños necesitan tiempo para ellos y para jugar libremente, sin actividades dirigidas por mayores, para adquirir aprendizajes que les van a ser necesarios en la vida. A veces confundimos las cosas y les damos juegos didácticos en demasía, cuando a lo mejor lo que necesitan es cubo, pala y arena. Sin más».

A veces, advierten los expertos, en esta búsqueda de actividades un tanto elitistas corremos el riesgo de dejarnos llevar por el esnobismo y subestimar los juegos más simples, por considerarlos poco educativos, poco enriquecedores. «No es conveniente que los padres identifiquen sus inquietudes culturales o intereses particulares con los de sus hijos, ni que piensen que son monigotes capaces de absorber todo. Recordemos que los pequeños no saben expresar bien sus emociones y, a lo mejor, les estamos dando mucha tralla», señala Pilar Varela. El psicólogo Miguel Ángel Ruiz señala que, a la hora de escoger actividades, «hay que dejarles elegir, contar con ellos, escucharles. Si les ofrecemos algo muy denso, que sea propio de su edad, que haya otros niños y, en la medida de lo posible, participen con ellos. Si vemos que el crío disfruta, adelante; si se aburre, dejémoslo. Y tenemos que tener en cuenta la edad: no es lo mismo los cuatro años que los nueve».

El «una de cal y una de arena» es lo que sugiere Miguel Ángel Ruiz, quien explica que «no hay por qué rehuir actividades culturales, pero tampoco hay por qué demonizar las películas de Disney. Lo importante es recordar que el niño debe tener un espacio de expansión propio». Por último, Joan Doménech propone que «nos relajemos con nuestros hijos, juguemos con ellos, paseemos y no les dejemos a solas con su juguete tecnológico. Y es esencial que jueguen con sus amigos sin que estemos los adultos detrás dirigiéndoles y organizándoles su diversión».



miércoles, 28 de noviembre de 2012

El día que me convertí en mi padre


Artículo de ElConfidencial.com en el que participó Miguel Ángel Ruiz González

A todo adulto le ocurre tarde o temprano. Un buen día, colmada su paciencia, se descubre regañando acaloradamente a su hijo a través de unas palabras que le resultan familiares, aunque en un primer momento no consiga ubicarlas del todo. Comienza a preguntarse dónde las ha oído antes. Y entonces, se da cuenta: acaba de pronunciar las mismas palabras que su padre le dedicó en el pasado, aquellas que tanto detestaba y que se prometió que nunca utilizaría. De entre todas estas expresiones, probablemente la más repetida sea aquella de "cuando seas mayor entenderás lo que he hecho por ti". Y, efectivamente, es en el momento en que entramos de lleno en la edad adulta y hemos de afrontar nuestras responsabilidades paternales cuando comenzamos a comprender y reproducir, muchas veces involuntariamente, aquellas actitudes de nuestros progenitores que en su día consideramos inadecuadas, inútiles o anticuadas. Coks Feenstra, psicóloga infantil y autora de El Gran Libro de los GemelosEl hijo superdotado, (Ediciones Médici) y ¿Por qué llora mi bebé?(Temas de Hoy), coincide: "todos los padres perciben que, a la hora de educar, les vienen las frases que escucharon de niños, ¡y que seguramente se habían propuesto no repetir nunca!"

Es el final de un proceso que se ha ido anunciando inadvertidamente. La primera señal suele ser biológica, cuando confrontados con la imagen que nos devuelve nuestro espejo, vemos una buena mañana asomar rasgos bien familiares. El siguiente paso es de la toma de conciencia psicológica, algo que se produce cuando reparamos en que muchas de nuestras pequeñas manías lo fueron antes de nuestros progenitores o cuando alguien cercano nos señala que esos comportamientos que entendíamos propios de nuestro carácter no son más que imitaciones de otros que vimos en nuestros padres.

Resulta inherente a la juventud rechazar gran parte de aquello que nos ha sido enseñado a través de la tradición y las instituciones. Y, por la cercanía personal y distancia generacional, probablemente la figura paterna/materna sea la que suscite mayores críticas. Todo hijo se propone hacerlo mejor que ellos y no caer en los mismos errores, un rechazo que es parte del proceso natural de conformación de la identidad. Joseph Campbell señala, en El héroe de las mil caras, que una parte esencial del viaje del héroe mítico es el enfrentamiento final con el padre, para ocupar finalmente el lugar de éste. Es decir, convertirse él en aquello que se rechazaba.  Quizá sea el mito de Edipo el que haya articulado de forma más clara esta idea: Edipo está destinado a ocupar el lugar de su padre tarde o temprano y convertirse así en el rey de Tebas. El mito detalla cómo, por mucho que lo intente, le será imposible escapar de este sino prefijado.

Mejores que nuestros padres

Es en la educación de nuestros hijos donde esta situación probablemente se manifieste de forma más explícita. Feenstra apunta que se trata de algo esperable, "es el modelo que nos quedó grabado en su memoria y con el que nos sentimos familiarizados". Dado que la paternidad es un proceso que se aprende sobre la marcha, recurrimos a la experiencia a la hora de afrontar nuevas tareas. El psicólogo Miguel Ángel Ruiz González coincide en que se tienden a repetir los modelos educacionales de los padres, pero al mismo tiempo añade que "en ocasiones se da una reacción absolutamente inversa. Precisamente por haber sufrido a un padre agresivo, muchas personas nunca se han atrevido a poner la mano encima a sus hijos. Otro ejemplo sería el de quienes crecieron con padres ausentes, que luego han estado extraordinariamente presentes en la educación de sus hijos, llegando incluso a sobreprotegerles".

Stephan B. Poulter identifica en su ensayo Father Your Son lo que denominael patrón de las tres generaciones, una estructura que pone en relación a padres, hijos y nietos a través de la repetición de comportamientos educativos. Dice Poulter que parte del legado más importante que trasladamos a nuestros retoños es la forma en que los hemos criado. La influencia enorme que los padres procuran no tiene tanto que ver con una determinista herencia genética como con un proceso de aprendizaje en una época tan crítica como es la infancia, cuando la identidad que procura la familia es un factor básico, lo que provoca que, generación tras generación, determinadas actuaciones acaben repitiéndose.

Sin embargo, esto no implica que haya que adoptar una visión fatalista ante la influencia que hemos recibido. Es importante entender que en este asunto no hay determinismo, que si tomamos consciencia de los errores no estamos abocados a repetirlos, que es en nuestra capacidad de poder decidir lo que queremos donde reside nuestro rol más importante como padres. Deberíamos plantearnos la paternidad más como un proceso de perfeccionamiento inacabable e intergeneracional que como el rechazo o sumisión absoluta a lo recibido. Transmitir una herencia educativa mejor que la que nos ha sido aportada es un gran triunfo, máxime si contribuimos a que nuestros descendientes continúen esta cadena de forma que posteriores generaciones puedan contar con una educación sentimental y afectiva más sólida que la que nosotros tuvimos.

Feenstra apunta que esa es una prueba de autosuperación. “Aunque no sea imposible, tampoco es fácil mejorar lo recibido. Y hemos de ser conscientes de que en esa tarea cometeremos errores que nuestros hijos se verán obligados a enmendar. Es la rueda de la vida". Miguel Ángel Ruiz coincide con esa perspectiva, señalando que "cuando los hijos crecen de forma sana, acabarán por reconocer y por perdonar las equivocaciones que cometieron sus padres. Esa, que es la mejor manera de madurar, es también la mejor forma para evitar que se repitan”.

El abuelo encantador

El adulto se enfrenta a un problema añadido dentro de esta irremisible transformación, ya que un proceso paralelo está teniendo lugar; mientras el tiempo le va acercando física y mentalmente a sus progenitores, éstos están convirtiéndose en figuras totalmente distintas de aquellas que conocieron en la infancia y juventud. En muchos casos, aquel hombre que se comportaba como un intransigente déspota pasa a convertirse en un tierno abuelo que consiente todos los caprichos. Debido a que la responsabilidad primera de la crianza no recae sobre él, puede abordar la relación con su nieto desde una perspectiva muy diferente a la que mantuvo con su hijo, algo que a éste no deja de resultarle llamativo (y en ocasiones incluso molesto). Pero estas situaciones deben ser percibidas también como escenarios de reconciliación con aquel padre al que en su día no conseguimos entender o al que veíamos como manifiestamente irracional por poner trabas a nuestra libertad. Cuando hemos de asumir obligaciones paternas, las tornas se giran y  comenzamos a entender por qué se comportaban así y hasta qué punto aquellos límites eran necesarios. Según Feenstra, "convertirse en padres suele significar el comienzo de una nueva relación. Ahora los hijos entienden mejor lo que vivieron, ya que sienten en carne propia lo que es la preocupación, el miedo y la vulnerabilidad que implican la crianza, y gracias a ello, la vida de muchas familias se vuelve mucho más armoniosa. Además, ahora tienen algo en común: el amor al hijo, al nieto".

El escritor americano Mark Twain, en una de sus más celebres sentencias, resumía con su característico sentido del humor este proceso de relevo generacional al señalar que "cuando tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarlo. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años". Si nuestros retoños no nos parecen comprender, no temamos: llegará el día en que crezcan y que ellos mismos se conviertan en padres, y la rueda habrá dado una vuelta completa una vez más.ç


jueves, 20 de septiembre de 2012

POTOMANÍA

VIDEO: POTOMANÍA - Miguel Ángel Ruiz González (EITB)
Miguel Ángel Ruiz González, Psicólogo nos habla en Euskadi Directo (EITB), de la Potomanía, un trastorno de la conducta alimentaria no especificado que se caracteriza porque el individuo que lo padece toma agua o líquidos de manera compulsiva.


jueves, 23 de agosto de 2012

ALGUNAS CONDICIONES PARA SER FELIZ

Son muchas las especies animales, que además de la herencia genética, precisan de otras condiciones para ser ejemplares claramente representativos de su especie, es decir, por ejemplo un leopardo africano que no supiese cazar no sería un adecuado representante de su especie. Para ello necesitará una madre que le proteja, cuide, sirva de modelo y le enseñe los trucos necesarios para una caza exitosa, asimismo precisará de un entorno adecuado, para el cual está dotado y no podrá sobrevivir por ejemplo en el Polo Norte. Con el ser humano sucede lo mismo, no serán adecuados representantes de la especie humana los niños salvajes, ya que ellos carecen de lenguaje y otras habilidades que nos caracterizan, por ello, si pretendemos un humano adulto sano, equilibrado, adaptado y feliz, también harán falta unas condiciones mínimas que le permitan un sano desarrollo físico y psicológico. Sin una adecuada alimentación, su desarrollo físico no será el deseable, si no toma leche adecuada y suficiente en sus primeras etapas, sus huesos serán quebradizos y su desarrollo insuficiente. Pero ¿qué otras cosas precisará el ser humano para alcanzar una madurez adecuada? Al decir adecuada, quisiera referirme tanto al desarrollo físico como psicológico, que le lleven a unas actitudes y formas de pensar que le proporcionen equilibrio y felicidad.

 El ser humano persigue el bienestar, desde siempre ha perseguido la satisfacción interior, eso que denominamos felicidad y a esas condiciones mínimas que el recién nacido ha de tener en los primeros años de vida para alcanzar una madurez feliz, así como para proporcionarle la mejor capacidad de adaptación a las vicisitudes de la vida, son a las que aquí nos vamos a referir. 

La primera condición –como ya hemos dicho más arriba- será una alimentación adecuada, normalmente la leche materna. Una segunda condición es el cariño, la caricia, la voz, el contacto físico. Hoy sabemos que los niños prematuros que son sacados un par de horas a diario de la incubadora, para permanecer en brazos de las madres, oír su voz y sentir el contacto físico a través de la piel, tienen un mayor y más saludable crecimiento que aquellos que son adecuadamente alimentados, pero no sacados apenas de las incubadoras. Una tercera condición, para un sano desarrollo, es un entorno protector, sereno, relajado, en el cual el niño crezca sintiéndose protegido en su indefensión, que en los primeros años es casi total. Una cuarta, en relación con la anterior, es la percepción del afecto entre los padres, del respeto mutuo, del amor que se profesan y del cual el niño es consecuencia, esto también proporcionará la confianza, la seguridad necesaria para un desarrollo armónico. Una quinta será el poder interactuar con el entorno, investigarlo, e incluso equivocándose, pero siendo corregido con respeto. Una sexta será tener la oportunidad, sobre todo a partir de los tres, cuatro años, de interactuar con otros niños y tener así un acceso a la socialización. Una séptima y quizá la más importante, será el amor incondicional. Cuántas veces los padres cometen el error de supeditar el amor a la conducta del niño, “si no haces esto mamá no te quiere”, o se dan reacciones fuertes y rechazo afectivo por parte de éstos, ante las conductas no deseadas de los hijos, con lo que no hacer las cosas bien, puede significar que no va ser amado, o así será interpretado por el niño, esto inhibirá la experimentación con el entorno, limitando la experiencia, generará miedo al fracaso y la consiguiente angustia, por tanto el amor incondicional sentido por el niño, resultará condición elemental para un sano desarrollo humano. 

Estas y algunas otras condiciones serán necesarias para que se establezca una base sólida sobre la que desarrollar una óptima adaptación. No significa que de no ser satisfechas ya no habrá nada que hacer, pues posteriores experiencias, por ejemplo una psicoterapia, podrán modificar determinados estados patológicos, pero no todos. Consideramos que muchas de las neurosis y también algunas psicosis pueden tener su origen en la ausencia de algunas o varias condiciones de la referidas más arriba.

De adultos nos relacionamos con el mundo según la imagen que tenemos de nosotros mismos y ésta la forjamos en función de los resultados de nuestra interacción con el mundo, sin embargo, esta interacción con el mundo está condicionada por la idea que nos hemos forjado de nosotros mismos previamente, en la relación con las personas que nos han atendido en los primeros años de vida, normalmente los padres. Es decir si un niño siente que responde a lo que sus padres esperan de él, es muy probable que confíe en sí mismo y ose afrontar con seguridad y confianza aquellas actividades en las que recibió de sus padres  la confianza de poder, de ser capaz y por tanto llevarlas a término con éxito, lo que redundará aún más en su autoconfianza y autoestima, que a su vez le dejará en buenas condiciones para afrontar nuevas situaciones con confianza, desarrollándose más y más seguro de sí mismo. Es por ello por lo que son tan importantes los primeros años de vida en el desarrollo de la personalidad.

La neurosis la definimos coloquialmente como una patología en la que se da un sufrimiento desproporcionado, exagerado que no responde a la lógica. Son ejemplo de neurosis las fobias, como temor exagerado a montar en ascensor, avión o coche; creer tener una enfermedad o muchas que no se tienen, y que el criterio médico no tranquiliza, o lo hace por un breve espacio de tiempo, sería el caso del hipocondríaco; estados paranoides, pensar que hablan de uno o que traman algo contra uno, de forma obsesiva y sin ninguna lógica; trastornos obsesivos compulsivos como tener que contar cosas, lavarse repetidamente las manos por el temor a contaminarse; no atreverse, o sufrir por tener que hablar en una reunión de vecinos, o tener que levantarse e irse de un cursillo, o simplemente sufrir por tener que preguntar algo, o dirigirse a alguien, etc. Todos estos trastornos, salvo cuando son consecuencia de una experiencia traumática clara, suelen tener que ver con la insatisfacción de algunas de las condiciones necesarias para un sano desarrollo psicológico, expuestas más arriba.

Si imaginamos un niño que desarrolla un autoconcepto sano, difícilmente, en condiciones normales, va a vivir preocupado por la imagen que da, o qué pensarán de él, o si hará el ridículo, etc., en cambio si imaginamos a un niño en el que la educación ha sido llevada a cabo con crítica negativa, con gritos o con agresiones también físicas, fácilmente comprenderemos que de mayor tenga tendencia a estar preocupado por la imagen que da, dude de sus capacidades, tenga tendencia a querer controlarlo todo, incluido lo que de él piensan y ya tendremos con toda probabilidad un mayor o menor grado de neurosis.

Lo peor del caso es que cuando uno no ha satisfecho alguna de esas condiciones, imaginemos que no ha sido adecuadamente tratado, por ejemplo ha sido excesivamente criticado, maltratado y no lo ha corregido, es probable que se haga adulto pendiente de la imagen que da y tratará de adaptar sus actos de modo que dé la mejor imagen posible con el fin de ser aceptado o no rechazado, haciéndose dependiente del otro para el propio bienestar, es decir tratará de encontrar, en la valoración de los otros, la autoestima, cosa normal en la niñez, en la que el niño tenderá a pensar que vale si el adulto, en especial el padre y la madre, le valoran, pero no en la adultez, donde la valoración ajena ha de ser posterior a la propia, a la personal. Solamente cuando la actitud del adulto satisface al propio adulto, cuando actúa sin depender del criterio ajeno y consigue que sus relaciones fluyan, solamente ahí se estará dando el proceso terapéutico, es decir estará modificando el autoconcepto negativo instaurado y saliendo de la neurosis. Y es que cuando se actúa para los demás, es decir para que los otros tengan una buena imagen de uno, nunca se va poder tener la certeza del propio valor, ya que siempre cabrá la duda de que puedo ser valorado por algún tipo de interés  y no por el propio valor. Además la vida nos enseña que podemos portarnos mal, pero como estamos con una persona excelente, nos perdona, entiende y responde favorablemente, y a veces es al revés, nos portamos bien con alguien, pero como tiene mal día o no es tan excelente, nos responde mal. Es por ello por lo que no podemos corregir nuestra neurosis en función de la valoración ajena de nuestros actos, sino de que nuestras relaciones fluyan positivamente como consecuencia de exigirnos a nosotros mismos eso que esperamos de los demás, comprensión, empatía, generosidad, perdón, tolerancia, respeto…, en una palabra, amor, hacia los demás y hacia nosotros mismos.

Suelo decir que hay dos tipos de amor, aunque ambos egoístas, uno sería sano y otro no tanto, el no tanto, se da cuando amo para ser amado, y el sano, cuando amo porque me satisface amar. En una entrevista de Jesús Quintero a Alejandro Jodorowsky, le preguntaba acerca del amor, le pedía que le dijera qué era para él el amor y Jodorowsky le contestó que ahora que tenía 80 años lo había comprendido, le dijo que lo pasaba tan bien amando, que le daba igual que no le quisieran, tal vez se olvidó decir que, además, precisamente ahora que no buscaba ser amado era probablemente cuando más lo era. 

Para terminar me gustaría remarcar la idea de que el proceso terapéutico es más firme, rápido y provechoso, cuando la persona se centra en la realización de las actividades terapéuticas pertinentes, sin turbarse por posibles juicios ajenos, sino centrado en la satisfacción personal, cuando deja de ser turbado por el posible juicio del otro y se mueve por lo que íntimamente considera positivo.  

Suelo decir a mis clientes que en esta vida vale todo, se puede hacer todo lo que a uno le dé la gana, menos hacer daño a los demás y a uno mismo y sobre lo que es dañino, hay que escucharse a uno mismo. Como dice Manuel J. Smith en su magnífico libro Cuando digo no, me siento culpable, “yo soy mi primer y último juez”.

Miguel Ángel Ruiz González

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