Cuando un niño/a nace, no sabe quién es, para qué sirve, no sabe si es un ser respetable, digno, capaz, inteligente, bueno, o todo lo contrario. Poco a poco, con el paso del tiempo, la educación y las circunstancias que le rodeen, se va a ir forjando una idea de sí mismo, pero ¿cómo lo hace?

Tal vez haya quien me diga que se forjará una idea equivocada del mundo, ya que éste es hostil, existen personas que desarrollan malas conductas, hay accidentes, hay catástrofes, etc., sin embargo no es así. Lo que ocurrirá es que será un niño sano, mentalmente equilibrado y cuando se vaya encontrando con los problemas de la vida, por ejemplo, un niño que le pega en la guardería, un pequeño accidente, o cualquier situación frustrante, serán percibidas por una mente sana que sabrá analizarlas desde el equilibrio y si tiene que activar estructuras emocionales, que nos vienen dadas para situaciones de supervivencia y otras funciones, se activarán adecuadamente, porque la situación lo requiere y le proporcionará la respuesta adaptada a esa situación difícil a la que se estará enfrentando.

Suelo decir a mis pacientes que cuando uno tiene el cerebro “derecho” –quiero decir sano, equilibrado-, lo torcido, lo negativo se percibe como tal, ahora bien, si el cerebro está “torcido” y nos encontramos con un acto también torcido, negativo ¿qué es lo torcido? ¿el acto, la circunstancia exterior o yo?, ¿qué hacer?, ¿por dónde tiro?, tal vez me sienta inseguro y me quede paralizado, incluso ante cuestiones banales, o me sienta cortado para establecer relaciones relajadas, cordiales, normales.
Por todo esto es por lo que son tan importantes los primeros años de vida. En ellos se van a definir las maneras que uno va adoptar a la hora de afrontar la vida, en ellos se van a forjar gran parte de los recursos, la personalidad y el autoconcepto.
No significa que ya no habrá remedio, pues la vida depara experiencias que poco a poco, aunque con dificultad, pueden modificar estas fuertes tendencias a afrontar circunstancias de una forma u otra, pero como digo, con dificultad y en muchos casos se hará imprescindible una psicoterapia.
¿Cómo puede un niño crecer sano si no llega a sentir que responde a lo que sus padres –los seres más grandes, sabios y capaces que él conoce- esperan de él? ¿Cómo va a sentirse capaz de afrontar las circunstancias de la vida, si la relación con sus padres le lleva a sentir que no hace las cosas bien?

Cualquier circunstancia vivida y asociada a una emoción, queda grabada en la memoria con mayor facilidad, intensidad y rapidez, pero hemos de tener cuidado de hacerlo cuando realmente es necesario, no para aprender matemáticas, o para que el niño no realice actos que son naturales en el contacto con el mundo y no entrañan peligro objetivo, aunque a veces nos resulten molestos.
En el trato que les dispensamos, en las circunstancias que les rodean, está la clave de la imagen que se van a forjar de sí mismos. Somos como espejos que devuelven una imagen de cómo son, para qué sirven, de qué son capaces e incluso de si son dignos de ser amados, queridos, respetados y admirados. Por tanto tratémosles de esa forma que fomente el que desarrollen un autoconcepto sano, positivo, una buena autoestima, que les permita disfrutar de la vida de una manera sana, feliz y relajada.
Miguel Ángel Ruiz González