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viernes, 20 de diciembre de 2013

CUENTOS INDIOS: Una caña de bambú para el más tonto.

Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca había alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un yogui que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:
- Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña.
- Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino enseguida.   El yogui cogió la caña que le había dado el monarca y partió raudo. Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los caminos de la India. Recorrió muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto. Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey. Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al yogui que el rey estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos. El yogui se aproximó al lecho del moribundo.
Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba:
- ¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas!
  El yogui entregó la caña de bambú al rey.


El Maestro dice: Puedes ser un monarca, pero de nada sirve si tu actitud es la de un mendigo. Sólo aquello que acumulas dentro de ti mismo te pertenece. No hay otro tesoro que el amor.

martes, 26 de noviembre de 2013

CUENTOS INDIOS: Si dañas, me dañas.

Parvati es una de las diosas más amorosa, benevolente y misericordiosa del panteón hindú. Es la consorte de Shiva y se manifiesta como extraordinariamente compasiva.

Cierto día, uno de sus hijos, Kartikeya, hirió a una gata con sus uñas. De regreso a casa, corrió hasta su madre para darle un beso. Pero al aproximarse al bello rostro de la diosa, se dio cuenta de que ésta tenía un arañazo en la mejilla.
- Madre -dijo Kartikeya-, hay una herida en tu mejilla. ¿Qué te ha sucedido?
Con sus ojos de noche inmensa y profunda, la amorosa diosa miró a su querido hijo. Era su voz melancólica y dulce cuando explicó:
- Se trata de un arañazo hecho con tus uñas.
- Pero, madre -se apresuró a decir el joven-, yo jamás osaría dañarte en lo más mínimo. No hay ser al que yo ame tanto como a ti, querida madre.

Una refrescante sonrisa de aurora se dibujó en los labios de la diosa.
- Hijo mío -dijo-, ¿acaso has olvidado que esta mañana arañaste a una gata?
- Así fue, madre -repuso Kartikeya.
- Pues, hijo mío, ¿es que no sabes ya que nada existe en este mundo excepto yo? ¿No soy yo misma la creación entera? Al arañar a esa gata, me estabas arañando a mí misma.


El Maestro dice: Al herir, te hieres. A quienquiera que dañes, te dañas a ti mismo.

martes, 22 de noviembre de 2011

Sobre lo Heredado y lo Aprendido

Es esta cuestión un tema muy controvertido en psicología, es frecuente que surjan debates y diferencias de opinión cuando se trata de determinar qué conductas, o qué trastornos psicológicos heredamos y cuáles de alguna forma son adquiridos, aprendidos. El que esto escribe está convencido de que, en una gran medida, mucho es lo aprendido, ya que se observa en el ejercicio como psicólogo clínico que detrás de casi todos los trastornos mentales, en un porcentaje altísimo, se encuentran datos muy relevantes en este sentido, a menudo la historia del individuo llega a explicar el por qué de los problemas psicológicos actuales que presenta el paciente.

Suele ser como un puzzle que se va componiendo poco a poco a medida que se va conociendo a la persona y su historia personal, y que al final, en muchos casos, explica la problemática actual que abruma a la persona.

Pero pongamos algunos ejemplos clarificadores en este sentido. Vemos personas que presentan o que padecen fuertes sentimientos de inseguridad o miedos irracionales, suelen tener una historia en la que la educación ha sido llevada desde la transmisión de peligros, miedos, por un determinado estilo educativo del tipo “cuidado con esto, con lo otro”, “qué dirá la gente”, o también de una manera sobre protectora que impide que el educando, el niño, realice actos que a la postre son los que dan la confianza  y el éxito, como por ejemplo “tú no estás preparado para esto o aquello”, “mejor que no vayas, mira que si te pasa algo...”, por otro lado la sobreprotección transmite indirectamente la idea a la persona, al niño, de que por sí mismo, no puede realizarlos, que no tiene la capacidad, además es algo que está comunicando, generalmente el padre o la madre, personajes estos muy valorados y considerados por el menor, en ellos se confía, su opinión “va a misa”, así resulta que el niño no ensaya la conducta y por consiguiente no obtiene el éxito y no se produce el aprendizaje, otros niños sí lo harán y a este menor se le reforzará la idea de que él no es capaz de hacer esto o aquello y su inseguridad se irá desarrollando. En la medida en que esto ocurra, ensayará menos conductas, obtendrá menos éxitos, tomará mayor conciencia de su inferioridad y será cada vez más inseguro.

Lo que nos da la confianza, la seguridad de que somos capaces de hacer algo, o de que dominamos cualquier actividad,  es la realización exitosa y si no hay ensayo, intento, afrontamiento, no surge la confianza en uno mismo.

En otras ocasiones, la inseguridad, la fobia o miedo irracional proviene de experimentar una circunstancia vital angustiante, por ejemplo una madre enferma, muriéndose durante largo tiempo, lleva al niño a vivir en una continua incertidumbre respecto al futuro y por lo tanto a temerlo y con miedo, de este modo nuestro actos se ven condicionados hacia la no realización o realización torpe, de lo que se va a desprender el no aprendizaje o el convencimiento de incapacidad y por lo tanto inseguridad.

Así es que hemos de considerar que frases del tipo “nació miedoso” han de ser puestas en tela de juicio, ya que si en vez de ello decimos que aprendió a ser miedoso, se nos abre la expectativa positiva de que podría aprender a ser más seguro, menos miedoso. Lo que somos es bastante difícil de cambiar, pero lo que hemos aprendido es susceptible de modificarse.

Heredamos potencialidades que en función de las circunstancias se desarrollarán o no. Esto ocurre hasta con cosas que consideramos totalmente heredadas, como por ejemplo la estatura, así, por ejemplo, una persona que mide 1,75 habría heredado la potencialidad de medir entre 1,70 y 1,80 y dependiendo de la alimentación, ejercicio y otras condiciones llegará a una determinada altura.

La conducta no se hereda se aprende. Imaginemos una situación de peligro en la que podemos ser agredidos por un perro, habremos heredado la natural tendencia a activarnos fisiológicamente, como son el aumento de los latidos cardíacos, pilo erección, sudoración, dilatación pupilar, etc. que nos permitirán responder con mayor eficacia ante el peligro, pero la conducta que se produzca va a ser muy diferente en función de que a uno de niño le mordiera un perro y por tanto les tenga miedo, a la que tendrá un adiestrador de perros, y estas experiencias condicionarán incluso, la intensidad de la activación fisiológica que presente el individuo.

Por tanto podemos concluir afirmando que las experiencias y el aprendizaje tienen un enorme peso en las diferencias y facultades que observamos entre los individuos, de hecho hemos oído en muchas ocasiones a personas que consideramos genios, que explicaban que las razones de sus éxitos o logros derivaban del trabajo, y esto, el trabajo, es realización, experiencia y no genética. De hecho a lo largo de la vida todos hemos observado que personas con dotaciones genéticas inferiores han alcanzado mayores éxitos que otros más dotados y la diferencia ha sido el esfuerzo, la realización, la motivación, la autoconfianza, todas ellas cuestiones aprendidas, adquiridas en una buena educación y otras circunstancias favorables.

Miguel Ángel Ruiz González